miércoles, 25 de agosto de 2010

Lo que se extraña


Siempre cuando uno está fuera de casa extraña todo. Incluso aquellas cosas que creíamos insignificantes. Pus aquí les va un listado de esas cosas insignificantes que en México son tan, tan, tan, comunes y tan imperceptibles, pero en los Estados Unidos no.

  1. Jabón Zote. Ríanse, si, ríanse, pero no existen lavaderos, ni jabón en polvo, esas cosas antiquísimas como la era de piedra, solo se consiguen en las tiendas especialistas de productos mexicanos. Si algo no tolero es portar las ropa puerca, pero, es inevitable, mi ropa blanca ya es de otro color, y mi ropa interior, huele a shampoo, jabón de baño, a todo, menos a ese jabón líquido que se le pone a las lavadoras.

  1. Pan dulce.  No existen ni  conchas, ni hojaldras, ni cuernos, ni pan tostado con mantequilla y azucar… aquí no hay de otra, pan francés con mantequilla.

  1. Pasito duranguénse, Sonora margarita, ya de perdis Selena en la radio! Amor prohibido murmuran por las calleees!!

  1. Caldito de pollo. Todos los restaurantes estadounidenses, aunque incluyen en su menú la sopa del día, todas tienen la consistencia de una masa espesa, poco apetecible, sin cara de ser líquida. Ustedes no saben lo que me costó encontrar un caldito de pollo decente!!  (Diez dólares)

  1. eÑes. Los primeros dos meses no encontraba las eñes en los teclados y por supuesto ni los acentos, ni la apertura de los signos de interrogación y admiración. Hasta que fui a darme un paseo por una tienda MAC, le pregunté a un técnico cómo podía configurar el teclado y ¡listo! Fui la escritora más feliz del universo de ver de regreso a las eñes y a los acentos.

  1. Los puestos de comida que hasta la más chatarra en México es la más sana y baratísima que aquí. Ustedes saben, vivir en el defe lo provee a uno de muchas posibilidades, tacos, comidas corridas de 30 varos, ensaladas, empanadas, elotes… en fin, en el restaurante más barato de todos los pueblos circunvecinos a mi casa,  el platillo  cuesta de 10 dólares o más. Lo más decente y cercano a mis posibilidades cuando ando en la calle en Manhattan, es comer en los puestos árabes, donde el platillo incluye carne, arroz, ensalada y una salsa muy picosa, por 6 dólares más 2 de la bebida.

  1. El internet, en México es de a diez pesos la hora o hasta 5 varos. En definitiva tener una compu personal es lo más apropiado, en este mundo capitalista. En todos los cafés el wi fi es gratis, pero si  deseas rentar una compu en cualquier parte de la ciudad, diez minutos  cuestan dos dólares, y no hay a quién reclamarle, las computadoras tienen una maquinita especial dónde debes insertar los billetes.  La compu de 10 pulgadas, está en 300 dólares.

  1. Transporte público. En Oaxaca se quejan porque la tarifa es de siete pesos, y digo tienen razón, pero en mis condiciones, creánme yo no me quejaría por pagarlos.  Nueva York, y supongo todo el resto del país, no es lugar para peatones. El Subway o metro cuesta 2.25 dólares al igual que cualquier autobús, precio de Manhattan, comparen los 3 pesitos del metro en el defe, casi diez veces más. En mi pueblo, no existe transporte urbano, ni taxis, hace una semana se burlaban de mí porque había preguntado si existían taxis en Delhi (la ciudad más cercana de donde vivo), are you crazy? Ja, ja, ja.

  1. Frijoles. Todos los frijoles enlatados saben dulces!! ¿¿Cuándo, cuándo cuándo en México comemos frijoles dulces?? Cada mes cocino un kilo de frijoles para toda la familia, meto por poquitos a la nevera y los voy sacando y cuidando hasta la última cucharada.

  1. Salsa y tortillas. Dicen que yo amo las tortillas, pero eso no es cierto, las tortillas y las salsas son cosas con las que todos los mexicanos pobres crecemos, y se han vuelto cosas tan básicas, y necesarias que simplemente son parte de nuestra  vida y de nosotros,  sin ellas, hasta el cuerpo resiente la falta de maíz y chile.

Ah si, mi inglés va mejorando considerablemente...  

viernes, 20 de agosto de 2010

Inmigrante





Inmigrante, no hay diferencia, soy una obrera más, igual que él.

Bienvenida




Familia, amigos, lector querido:

Esta ocasión me toca reinventarme. Salí de México hace tres meses, tomé la ropa absolutamente necesaria, empaqué  algunos libros, Murakami, Fadanelli, Kerouac, Silvia Molina...
Nada del otro mundo, debía llevar lo mínimo, pero segura de que en mi equipaje no cabría  toda la magia, porque ella reside en mí. 
Dejar todo y comenzar de cero, como una cuenta de ahorros  con muchos números que se han perdido, y hay que volver a hacer para obtener un resultado correcto. 
Ahora vivo en medio del silencio de las montañas, el croar de las ranas,  el sonido del agua corriente, los pastisales y una nueva familia.
¿Estoy en casa? Si, estoy en casa, comprendí gracias al silencio que estaré en casa  en cualquier parte del mundo, mientras esté consciente que me tengo a mí.

Empecemos con este nuevo capítulo.